Un juez abusó de ella hace 40 años y hoy habla sin miedo: “La sociedad empieza a despertar frente al horror»

18/03/2019
Carolina Carrillo tenía 10 años cuando ocurrieron los hechos en una playa del sur de la ciudad. Hoy, ya adulta, cuenta que encontró en el movimiento de mujeres el empoderamiento que necesitaba para animarse a hablar.

Carolina Carrillo estaba embrazada de su primer hijo. Cruzaba la calle de un día caluroso en la Ciudad de Buenos Aires cuando el teléfono sonó. Era 2004 y aunque por esos años no se utilizaban los celulares tanto como ahora, ella conservaba uno de los recordados «ladrillos» para comunicarse con su pareja por alguna emergencia relacionada con el bebé.

No tenía agendado el número y -con alguna dificultad por los rayos de sol que se le atravesaban-, pudo reconocer el código de área de Mar del Plata. Las pocas palabras que su amiga de la infancia le dijo le alcanzaron para entender por qué la buscaba. Ella sospechaba que Carolina podía ser otra de las víctimas de su padre abusador, el exjuez marplatense Edmundo O’Neill.

No se acuerda si esas fueron las palabras exactas que escuchó, pero está segura que así lo sintió:

– Si tenés algo para decir, yo te creo.

El calor seguía intenso, pero al cortar la llamada, Carolina tiritaba y lo único que sentía era un frío que le recorría las venas.

Hace unos 15 años, una de las chicas de aquel grupo de amigas, convertida ya en trabajadora social, se puso a la cabeza de la lucha por justicia después de que dos hermanas le confesaran haber sido violadas por O’Neill en varias oportunidades. Fue entonces que tras golpear la puerta de varias oficinas marplatenses y rebotar innumerables veces, logró que un juzgado abriera una investigación.

«Un fiscal viajó a Buenos Aires a tomarme declaración y eso para mí fue muy importante», cuenta Carrillo en una charla con 0223

Sin embargo, al poco tiempo la causa se cerró y «quedó en la nada». Como si nunca hubiera existido. «La familia judicial tan unida y sanita se cuida entre sí», denuncia y explica que «se ve que le debían favores».

Después de aquel llamado telefónico, Carolina y la hija del exjuez -fallecido en 2016 a sus 85 años- se reunieron en un café. Parecía que el tiempo no había pasado, enseguida se entendieron.

Hoy Carolina tiene 48 años, es bióloga molecular, está casada y tiene 2 hijos, pero cuando habla sobre lo que ocurrió aquel verano a principio de los ´80, es la nena de 10 años la que se apodera de su voz.

Ahora, los recuerdos son claros. Después de años de diván, las imágenes dejaron de ser confusas.

Se acuerda que fue en la playa, más precisamente en el balneario que ahora se conoce como Siempre Verde, en la Ruta 11 a unos 5 kilómetros del Complejo Hotelero Chapadmalal. Mientras su familia y los demás invitados se divertían a juegos de playa, él la llamó para jugar a las escondidas.

Detrás de las carpas, donde nadie los veía, él la alzó. Primero, le tocó las tetas. Ella le pidió que la bajara. Él insistió.

Pudo convencerlo de volver con los demás, pero después de un rato él se la volvió a llevar al mismo lugar. La «engatusó». Y fue peor: le tocó la vulva, la vagina, le metió la lengua en la boca y exigió que lo que había pasado era un secreto entre los dos.

No sabe cómo pudo haber pasado algo así a tan poca distancia de sus propios padres. Le llevó mucho tiempo entender por qué ni su madre ni su hermana, los dos pilares femeninos más fuertes de su familia, pudieron escucharla y acompañarla como ella -o cualquier otra víctima de abuso sexual infantil- necesitaba.

«Desde hace muy poco la sociedad empieza a hablar y a entender el tema, a despertar frente a este horror«, explica.

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