Se cumplen 20 años del asesinato de Natalia Melmann en Miramar

02/02/2021

El 4 de febrero de 2001, Natalia Mariel Melmann de 15 años, volvía a su casa en la localidad de Miramar. Aproximadamente a las siete de la mañana, fue abordada y secuestrada por efectivos de la policía bonaerense quienes, tras reducirla a golpes, la subieron a una camioneta de la fuerza y la trasladaron a una vivienda del barrio Copacabana, en las afueras de la ciudad. Allí la torturaron, violaron y ahorcaron con el cordón de su propia zapatilla. Su cuerpo apareció el 8 de febrero, enterrado debajo de un montículo de hojas secas y un tronco en el Vivero Florentino Ameghino. Se presume que el cadáver fue dejado allí ese mismo día y fue encontrado por un chico que paseaba por la zona.

Durante los cuatro días que no hubo noticias de Natalia, sus familiares y amigos la buscaron a la par de las fuerzas de seguridad, aún sin saber que la policía había participado del salvaje hecho que iba a conmocionar a todo el país. Lo primero que se hizo fue rastrear a la adolescente en la casa de sus amigas, puerta por puerta, pero con el transcurso de las horas y sin ningún tipo de novedad, la búsqueda se amplió a Mar del Sud. Gustavo Melmann, su papá, y sus hermanos Nicolás y Nahuel fueron desde el primer instante parte del operativo que llevó adelante la policía y los bomberos de Miramar, mientras que Laura Calampuca, mamá de la joven, aguardaba algún llamado al teléfono fijo de su casa. Al mismo tiempo, otros allegados repartían volantes con la cara de Natalia entre los vecinos y comenzaban a organizarse marchas que concentraban en las calles 21 y 28, a metros de la municipalidad, en reclamo de su aparición. «A veces éramos muchos; a veces, pocos; otras, sólo dos», reconocerá Calampuca varios años más tarde.

Tras cuatro días de búsqueda, el cuerpo sin vida de Natalia fue hallado tapado por hojas y un tronco en el vivero Florentino Ameghino de la localidad balnearia.

Los comentarios que pretendían ensuciar la imagen de la adolescente no demoraron en aparecer. Así lo recuerda Daniel Alberto Pensotti, periodista y amigo de la familia Melmann y quien, a bordo de un viejo Taunus, salió a buscar algún rastro de Natalia. «Lo primero que se hizo fue buscar a Natalia con vida. Por supuesto que había miles de versiones: la habían visto con un novio en Santa Teresita, en Jujuy o en la China y estaban seguros de que era ella porque estaba drogada. La revictimización de la víctima empezó desde el primer día: ‘Se había fugado con un flaco, había bebido y llevaba una pollera corta’, cuenta Pensotti en el documental “Natalia Melmann” (2018) de la realizadora Constanza Sagula.

La aparición del cuerpo de Natalia, ya en estado de descomposición, desató una pueblada frente a la comisaría, lo que derivó en el desplazamiento del comisario Carlos Grillo, cuestionado por las falencias en la búsqueda de la víctima. Gustavo Melmann estaba en Necochea, a donde había viajado a buscar perros entrenados para sumar a los rastrillajes, cuando se conoció la noticia y enseguida se dirigió al lugar del hallazgo. Al llegar al vivero dunícola, se abalanzó sobre los restos de su hija para que nadie la tocara, pero era tarde: alguien le había cortado las uñas con la clara intención de entorpecer la investigación. Desde ese momento y hasta su sepultura en el cementerio local, los Melmann se encargaron de custodiar ellos mismos el cuerpo de la menor.

El cadáver de Natalia presentaba moretones en los muslos, quemaduras de cigarrillos en la mano izquierda, el tabique roto y un fuerte golpe en el cráneo. La autopsia reveló, además, la presencia de cinco perfiles genéticos diferentes y confirmó que, tras haber sido torturada y violada, fue asfixiada con el cordón de una de sus zapatillas, que estaba atado en su cuello con un nudo doble. La justicia le entregó el cuerpo a la familia el 9 de febrero y esa misma mañana fue sepultado, ante la presencia de una multitud que se había acercado para solidarizarse con la familia y pedir justicia. Ahí fue cuando se produjo una de las escenas más desgarradoras que se recuerde: apenas colocaron el cajón en la fosa, su padre tomó una pala y, tras gritar “a mi hija la entierro yo”, comenzó a echar tierra sobre el féretro, mientras sus hermanos, con las manos, ayudaban a cubrirlo. 

 

Con sus propias manos, los hermanos y el papá de Natalia cubrieron de tierra el cajón con los restos de la adolescente en el cementerio de Miramar.

El avance de la investigación del crimen de Natalia Melmann evidenció la participación en el hecho de los policías bonaerenses Ricardo Suárez, Oscar Echenique y Ricardo Anselmini, y de un cuarto sujeto, Gustavo “el gallo” Fernández, quien fue señalado como el responsable de haber entregado a Natalia a la manada de violadores. Los cuatro acusados llegaron al juicio en libertad, que comenzó dieciocho meses más tarde, por lo que para los Melmann no era extraño cruzarse con los acusados; sobre todo, con Echenique y Suárez, vecinos de la familia de la víctima.

El primer juicio y el misterio del quinto ADN

Entre septiembre y octubre de 2002, el Tribunal Oral en lo Criminal 2 de Mar del Plata comprobó que Natalia fue “accedida carnalmente por vía vaginal, bucal y anal por varias personas», y luego, «con el inequívoco propósito de procurar la impunidad de la agresión sexual, la víctima fue muerta por asfixia, estrangulada con un lazo confeccionado con el cordón de una de sus zapatillas». “En una de las audiencias, el juez le pide a Suárez que se desate las botas y él, con la misma misma actitud soberbia que tuvo durante todo el juicio, lo hace. Después le dice: ‘ahora áteselas’. Y se las ató con el mismo nudo que habían encontrado (en el cuello) a Natalia. Fue el momento más duro del juicio”, rememora el periodista Pensotti.

Tres policías de la bonarense fueron condenados por el secuestro, violación y crimen de la adolescente. Un cuarto efectivo fue absuelto y aún se desconoce a quién pertenece el quinto perfil genético encontrado en el cuerpo de la víctima.

El TOC 2 condenó a los policías Oscar Echenique, Ricardo Anselmini y Ricardo Suárez a reclusión perpetua con accesorias al ser considerados coautores de los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, abuso sexual agravado y homicidio triplemente calificado por ensañamiento, alevosía y en concurso de dos o más personas. También se condenó Gustavo “el gallo” Fernández a 25 años de cárcel por haber actuado como entregador de Natalia, aunque esa pena luego fue reducida a diez.

Tres de los cinco ADN hallados en el cuerpo de Natalia correspondían a los policías condenados, mientras que otro perfil tenía un 97% de coincidencia con el del efectivo Ricardo Panadero, pero fue sobreseído. El quinto ADN, aún hoy es un misterio a quién pertenece y la familia de la joven continúa reclamando que se investigue ese dato. 

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