Polémica en Ámsterdam: quieren mudar el Barrio Rojo, pero las trabajadoras sexuales se niegan a irse

01/08/2019
Hay 330 vidrieras. Cerrar las cortinas, la otra opción que barajan las autoridades.

Desde que asumió, la primera alcaldesa mujer de Ámsterdam prometió terminar con el desorden y la inseguridad en el célebre Barrio Rojo. Sin embargo, la prostitución no cesa en las pequeñas calles apreciadas por los clientes regulares y por millones de turistas del mundo entero.

Como primera medida, desde el Gobierno local propusieron desplazar a las famosas vidrieras y burdeles a otra zona, lejos del centro histórico de la ciudad. Pero las trabajadoras sexuales se resisten a irse.

«Nuestro estudio hecho entre 170 trabajadoras del sexo (que ejercen) detrás de los escaparates mostró claramente que el 93% de ellas no quiere alejarse del Barrio Rojo«, declaró Felicia Anna, presidenta del sindicato Red Light United.

Situado en pleno centro, cerca de una iglesia y a dos pasos de la estación central, el distrito De Wallen es una de las mayores atracciones turísticas de Ámsterdam, ciudad de 850.000 habitantes que recibió a 18 millones de visitantes en 2018.

Pero en este último tiempo, la policía local describe al Barrio Rojo como una de las peores zonas para pasear, ya que argumentaron que en ese lugar la criminalidad aumentó y se amontona de turistas en busca de fiesta. Lo bautizaron como «el kilómetro cuadrado de miseria».

El ayuntamiento Ámsterdam, que en 2000 legalizó la prostitución, fue cerrando paulatinamente las vidrieras donde se exhiben las trabajadoras sexuales. Pero ahora redobló la apuesta.

La alcaldesa ecologista Femke Halsema presentó cuatro propuestas para «frenar la criminalidad y la trata de seres humanos» y «hacer la vida más agradable para los habitantes del barrio».

Una primera opción sería cerrar las cortinas de las vitrinas para que las trabajadoras no sean visibles desde la calle. A su vez, la mandataria local considera viable mudar algunos burdeles a otras zonas de la ciudad, lejos del centro turístico.

En el otro extremo, la alcaldesa sugiere aumentar el número actual de 330 vitrinas en el Barrio Rojo, con el fin de limitar la prostitución ilegal. En este caso, podría incluso crearse un «hotel de prostitución».

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