«No es el rugby, son las tradiciones»: el relato de una balcarceña que se hizo viral

28/01/2020

El crimen de Fernando Báez Sosa en Villa Gesell puso sobre la mesa la violencia de los jugadores de rugby. El escrito que compartió una joven que rápidamente se viralizó.


El brutal asesinato a Fernando Báez Sosa a la salida de un boliche en Villa Gesell conmocionó a la sociedad argentina y hasta cerró la grieta por un pedido unánime de justicia pero también puso sobre la mesa el tema del consumo de alcohol y la violencia entre los jóvenes.

Ante los reiterados episodios de violencia producidos por jugadores de rugby en el último tiempo y la muerte de Fernando, la noticia tomó muchísima notoriedad y generó posturas encontradas.

Con muchas miradas en contra, culpando al rugby o al ambiente que se vive en él por generar este tipo de situaciones, también surgieron quienes buscan separar al deporte del hecho y evitar la estigmatización.

En las últimas horas, un escrito de una balcarceña se hizo viral en las redes sociales. Victoria DiLuca, una joven de 26 años, relató una historia que vivió hace 10 años en una fiesta en nuestra ciudad y que, luego del episodio ocurrido en Villa Gesell, optó por contarlo.

«Tengo 26 años, soy de una ciudad en la que el Rugby es casi deporte central. En el Club Social Campo de Pato, donde se practicaba este deporte, solían organizar fiestas. Balcarce es una ciudad chica, cuando nos cansabamos de un boliche se ponía «de moda» otro lugar al cual ir los fines de semana. Yo tenía unos 16/17 años cuando decidí que esa sería mi última vez en ese lugar», comenzó.

«Me acuerdo que era un sábado de invierno, yo había salido con mi hermana y me encontré con unas amigas en el club. La fiesta la organizaban los chicos de Rugby. A mitad de la noche salí del salón para ir al baño en la zona de los vestuarios, había que cruzar varios metros de pasto para llegar. Me acuerdo que iba fumando un cigarrillo, y cuando me dispuse a apagarlo para entrar escuché una especie de balbuceo opacado por un ruido metálico», continúo.

«Las personas que me conocen saben que en mi adolescencia era bastante tímida, pero algo me animó a ver qué pasaba. Di la vuelta bordeando la entrada al vestuario y ví muy claramente a un chabón un par de años mayor que yo con la mano dentro de las medias negras de una mina inconsciente. Tenía el pantalón desprendido y la hebilla del cinturón generaba el tintineo. Ella como podía balbuceaba que no».

«Me quedé mirándolo fijo lo que me pareció una eternidad, hasta que la colilla del cigarrillo me quemó los dedos y reaccioné. Le pregunté qué hacía si ella, como podía, estaba pidiéndole que pare. Me dijo que hace tiempo estaban juntos y que la conocía bien; sabía lo que quería. Le pedí que la suelte y me dijo que no me meta, que ellos «se manejaban así». Entendí que no se refería a la pareja, se refería al resto de su equipo de rugby, se refería a sus amigos».

«Esa noche me quedó una sensación horrible, nauseabunda, que dura hasta el día de hoy. Al otro día el pibe me habló por Facebook. Me dijo que lo que yo vi no era lo que parecía, que ella le había pedido ir afuera antes de sentirse mal, y me repitió que ellos se manejaban así, que podía preguntarle a mi novio«

«Claro que se manejaban así, y claro que podía preguntarle a mi novio. Mi novio que jugaba al rugby así sea esporádicamente, mi novio que se cansó de agredirme verbalmente antes de empezar a golpearme. Mi novio que me sometió muchísimas veces. Claro que podía preguntarle, porque él era igual de abusador, violento y enfermo que el pibe que estaba abusando de esa mina inconsciente en la fiesta de rugby del Campo de Pato«

«Hablé con la chica en cuestión y aliviano el tema. Yo conocía muy bien esa explicación cargada de culpa y justificaciones. 5 años más tarde me la cruce en el baño de un boliche y se quebró. Lloró y lloró sin decir nada, no hacía falta»

«Nadie estigmatiza el deporte, pero entiendan que estas actitudes, este patrón, se repite en, por lo menos, un grupo de pibes de cada club de rugby del país. ¿Les parece casualidad?»

«Conozco muchas buenas personas que jugaban en ese club. Mi hermano llegó a jugar por un tiempo antes de terminar la escuela. Quienes se sientan ofendidxs con este relato, piensen que si sus hijos, sobrinos, primos, hermanos lo practican y no son así es porque es lo normal y es como debería ser. No están realizando ninguna hazaña. No es el deporte, son las tradiciones, la educación, el machismo»

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