Los gastos en equipamiento del hogar y en salud, por su parte, avanzaron un 50%. El rubro que incluye a las subas de tarifas (vivienda, agua, electricidad, gas y otros combustibles) tuvieron una variación de 45,7%.
Dividido por regiones, la Patagonia fue la que más sufrió los aumentos de precios generales. La inflación en esa zona superó el 50%, mientras que en Cuyo terminó siendo de 49,5%. El resto de las regiones (GBA, Pampeana, el Noroeste y Noreste argentinos), promediaron un 47% de suba de precios.
Desde ese momento, ayudado por una política monetaria más fuerte del Banco Central con tasas de interés altas que afectaron a la actividad económica, el ritmo mensual de la suba de precios comenzó a desacelerar levemente, aunque aún está alejado del 2% por mes que requeriría el Gobierno para cumplir la proyección del Presupuesto, de 23%.
El resultado final de la inflación de 2018 terminó muy lejos de lo que proyectaba originalmente. El proyecto de Presupuesto 2018 marcaba como horizonte, una suba de precios de 10%, que fue fuertemente defendido como meta por el entonces presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, que llegó a realizar una conferencia de prensa con una diapositiva en una pantalla gigante que solo decía: “meta de inflación 2018: 10 (+-2)”. Ese 2% era el margen que venían como eventual desvío de los precios.
Pero a fines de diciembre, en medio de estimaciones privadas cada vez más altas y con la intención de hacer bajar la tasa de interés del BCRA y apuntalar así la actividad económica, el Poder Ejecutivo determinó un reajuste de la meta hasta el 15%, algo que se supo meses después por boca del propio Sturzenegger, terminó por romper la relación entre las autoridades de la autoridad monetaria y la Casa Rosada.
Las proyecciones, más o menos alineadas sobre la suba de precios esperada terminó por saltar por los aires una vez que comenzó la corrida hacia el dólar, a fines de abril. Desde ese momento la inflación empezó un camino de aceleración que la llevó de 2,1% en mayo a 3,7% en junio.
Entre junio, julio y agosto, la inflación encontró un nuevo piso de 3%, lo que presagiaba, incluso, porcentajes más altos para los meses siguientes. El peor momento para la suba de precios tuvo lugar en septiembre, tras la última gran estampida contra el peso, que llevó por primera vez al dólar a costar $40.
Ese mes el IPC alcanzó al 6,5% mensual, una cifra que no se registraba desde abril de 2016, tras el salto del dólar por la salida del cepo cambiario y los primeros tarifazos de servicios públicos. En octubre desaceleró levemente hasta 5,4%, mientras que en noviembre la inflación fue de 3,2%.