Entonces llegaron las primeras cartas, remeras y carteles de agradecimiento que los vecinos, primero con timidez, luego ya con familiaridad, se encargaron de colgar en ventanas, pegar sobre puertas o dejar sobre el acceso principal.
La historia se repitió después de esta epopeya que fue la obtención del título mundial, logro en el que el arquero volvió a ser decisivo. Salvó el remate en el último minuto que pudo definir el partido en favor de Francia y luego atajó uno de los penales, para inclinar la balanza y esperar que sus compañeros convirtieran para que Argentina se quede con la Copa del Mundo.
“Gracias Dibu”, se repite en los carteles, donde unos se explayan más que otros. Se percibe esa letra infantil, propia de esos niños emocionados con su ídolo y vecino. El campeón del mundo vive ahí nomás, es de carne y hueso y en horas nomás lo tendrán en la ciudad, para un homenaje que sin dudas se perfila inolvidable e histórico para Mar del Plata.