El colegiado, retirado en el 2010, realizó un repaso de su carrera deportiva y tocó temas de actualidad, como las escuchas al ex presidente de la Asociación Argentina de Fútbol, Julio Grondona.
Su carrera profesional empezó en 1996 y vivió grandes momentos. Dirigió el partido de ida de la semifinal de la Copa Libertadores 2004 entre Boca y River y jugó un Mundial Sub 17 Juvenil en Finlandia. Sergio Cagni es, sin dudas, el máximo referente local de la actividad en las últimas dos décadas.
Cerca de cumplirse cinco años de su retiro, el ex colegiado visitó los estudios de Radio Sube 101.5 y realizó un repaso de su carrera deportiva. «En el momento que dirigía no me daba cuenta dónde estaba. Hice lo que a mi me gustaba y encima con el ambiente que te rodea, con los mejores futbolistas a nivel nacional. Fue muy positivo», expresó en Somos Nosotros, el programa deportivo radial que se emite de lunes a viernes a las 18:30.
«Tuve la suerte de ir a la mayoría de las canchas de primera división. Hoy no hay visitantes, pero antes era más complicado para ser juez de línea. ¿Las más bravas? Boca, River, Racing y Vélez», señaló.
Sobre los superclásicos dirigidos (fueron siete), Cagni aseguró que lo vivía como «algo normal». «Trataba de no entrar en ese ambiente que se genera en la previa a un River-Boca. Estuve en tres clásicos oficiales, entre ellos el partido de ida de la Copa Libertadores en el 2004. Fue increíble el partido y había mucha tensión, pero no entré con presión a la cancha», dijo.
MÁXIMO ACIERTO. «Fue un primer tiempo en el Mundial de Finlandia Sub 17, justo cuando estaba empezando mi carrera como asistente internacional. Anulé tres goles que estuvieron bien invalidados. Fue un golpe de confianza, porque lo necesitaba».
MAYOR ERROR: «Fue cuando Racing (ante Banfield en el 2001) estaba por salir campeón después de 35 años. Le anulé dos goles al Chanchi Estevez. Uno estaba en la misma línea y el otro no. Los hinchas de Racing de Balcarce me puteaban acá en Balcarce, hace mucho que no salían campeón, ja».
UN JUGADOR: «Fueron muchos. El otro día lo recordaba junto a mi hijo cuando Pablo Aimar pateaba los tiro de esquina al lado mio. Era algo increíble cómo jugaba. Y otro es Riquelme, más allá de su temperamento. Cuando vos lo veías que estaba contento en la previa al partido, seguro que la rompía. Si lo veías enojado, no rendía. Jugaba cuando tenía ganas».
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