Rosa y Adelina tienen más de 90 años, se criaron en los Montes del Tordillo y allí compartieron su infancia y parte de la adolescencia. Con las vueltas de la vida se reencontraron en el Hogar San Vicente de Paul de Dolores, donde viven juntas y se acompañan, especialmente ahora, durante la pandemia, donde no pueden recibir familiares desde hace más de un año.
La ausencia de momentos compartidos con hijos y nietos se reemplaza con cada charla o actividad en la que coinciden las abuelas ahí adentro. Del virus no saben mucho, solo lo necesario, pero sí conocen de ausencias y extrañarse. Y si, por alguna razón, alguna sale del hogar sabe que no podrá volver a ingresar hasta cumplir el aislamiento.
Este fue el caso de Adelina, que tuvo que viajar a Mar del Plata para buscar un audífono. Luego estuvo aislada dos semanas. El martes entró al comedor del asilo y las sonrisas y la emoción no se disimularon.
Todas la esperaban, especialmente Rosa, su amiga de la infancia que con alegría en los ojos la abrazó y le preguntó cómo había estado. Del otro lado, el mismo gesto.